Preciosa, hoy te
escribo porque creo que ha llegado el momento de que alguien te abra los ojos.
Antes de nada disculparme por llegar tan tarde, es que he sufrido una caravana de
problemas los cuales me pedían ayuda.
Empezaré por lo
más importante: tú. Tú que siempre te has visto fea, tú que te ves gorda, tú que
nunca supiste valorarte lo suficiente. Tú tan sensible, tan inocente… Pues déjame
decirte una cosa: eres hermosa, envidiable por la preciosidad que tienes tanto
en tú interior como en tu exterior. Deja de engañarte ¿quieres? Porque eso no
te va a servir de nada, solo de hacerte daño a ti misma. No soporto escuchar
como de tu boca salen frases como “soy fea”, “nada me queda bien”, “estoy gorda”.
Me duele, me duele que no tengas la capacidad de ver la realidad, me duele ver que
por más que intento no dejes ayudarte. ¡Me duele tener que escuchar todas
aquellas mentiras! Eres hermosa.
Voy a darte el
mejor consejo que podré darte en toda mi vida: se tú misma. No
dejes que la gente entre en tu cabecita y desordene todos y cada uno de tus
pensamientos. No seas tonta y no dejes que nada te afecte. Se fuerte. Al fin y al cabo eres tu quien vive tú
vida, no dejes que nadie te la planifique. Serás tú quien sufra los errores de la
gente, las equivocaciones. Se tú misma, confía en ti. Yo te apoyare en todo lo
que hagas, en todo lo que decidas. Siempre me vas a tener a tu lado, abriéndote
los ojos, ayudándote a superar tus miedos, a seguir adelante. Estaré allí para
que te sujetes cuando vayas a caerte y a darte la mayor hostia de tu vida. Yo
te sujetaré, te levantaré y si hace falta caminaré por ti. Porque te quiero, y
quiero que sepas que siempre me vas a tener a tu lado; preciosa.
Yo confío en ti.